Monday, July 03, 2006

CLASE 8 DEL 16 DE JUNIO DE 2006

PROFESOR CARLOS ALBERTO PRADA
PROBLEMÁTICAS SOCIOLÓGICAS Y ANTROPOLÓGICAS
Hoy tenemos que hablar de identidad.
Y nos vamos a encontrar con que cuando hablábamos de otredades ya estábamos hablando de identidad. Porque no se puede hablar de otredad si no es desde una identidad. O sea, que al hablar de otredad, siempre estuvimos aludiendo a la identidad.

Ahora vamos a repasar esas alusiones y vamos a tratar de precisar esto de la identidad. La identidad, como todo lo humano, también tiene esos tres registros, esas tres dimensiones de lo real, lo imaginario y lo simbólico, a las que nos referimos permanentemente.
Entonces, tenemos que se puede hablar de identidad real, de identidad imaginaria y de identidad simbólica.

La identidad real, se puede decir que es lo mismo que la otredad real.
En ese punto se tocan identidad y otredad.
Porque cada uno es un otro real para todos los otros.
Cada uno es idéntico a sí mismo y sólo a sí mismo.
Y precisamente por eso, es un otro real para todos los otros.

Por lo tanto, son dos definiciones que se juegan en un mismo punto, que es el lugar de la unisidad absoluta, el lugar de la singularidad absoluta de cada uno.

La identidad imaginaria también tiene que ver con la construcción de ese espejo que vimos al hablar de las otredades.
La identidad imaginaria tiene que ver con ese mundo propio que también se construye, así como vimos que se construyen las otredades.
Esta identidad imaginaria se va construyendo básicamente, en función de las satisfacciones pulsionales que intentamos lograr en la interacción con los otros a lo largo de nuestra historia. Pero en aquellas satisfacciones pulsionales mediatizadas por el amor, por el encuentro con el otro. O sea, que en la identidad imaginaria lo fundamental es el encuentro con el otro.

El encuentro con el otro está en la base misma de la identidad imaginaria.
La identidad imaginaria tiene que ver con el amor.
Todo lo que nosotros queremos es aquello que de alguna manera, sentimos que tiene que ver con nuestra completud, con la completud de nuestro mundo, con la completud de lo que nos constituye.
Todo eso que nosotros hacemos en busca de un cierre, cuando decimos que algo no nos cierra, esta búsqueda permanente de sentirnos completos, tiene que ver con la identidad imaginaria.

Eso de los gustos que nos satisfacen, todo lo que nos gusta, tiene que ver con aquello que consolida el mundo que nos vamos forjando, tieme que ver con el mundo que nos vamos construyendo como propio, Tiene que ver con todo aquello que consideramos parte de nuestro mundo.

Todo aquello que nos disgusta es lo que de alguna manera, nos demuestra que hay un límite en ese mundo y que hay alguna insuficiencia en ese mundo.
Lo que nos disgusta generalmente tiene que ver con algo del orden de la presentificación de lo real.
Siempre viene de lo real este darnos cuenta de que hay una insuficiencia en nuestro mundo.

Esta toma de conciencia, por decirlo ahora en términos vulgares, no psicoanalíticos, este darse cuenta del límite y de la insuficiencia, siempre tiene que ver con alguna irrupción de lo real.

El imaginario, la identidad imaginaria intenta tapar lo real.
Y cuando irrumpe lo real marca, hace evidente la insuficiencia de todo lo imaginario que construimos.
Entonces, todo lo que tiene que ver con la identidad imaginaria va estar relacionado fundamentalmente con el goce.

Recuerden que dijimos que nuestra vida se desarrolla de un modo pendular que de alguna manera, va desde un punto de deseo, a un punto de goce.
Es un péndulo permanente nuestra vida.
Nuestra vida es dinámica, siempre está en ese movimiento del deseo al goce.

Esta es una de las razones por las cuales les decía que yo no estoy de acuerdo con definir a la salud y a la enfermedad como estados, como situaciones estáticas.
Cuando se dice por ejemplo, que la salud es un estado de armonía, no estoy de acuerdo. Porque precisamente, lo que define, lo que caracteriza la vida del ser humano, es este movimiento pendular, este dinamismo, que está provocado por esa sensación de la falta, por esa sensación de la insuficiencia que nos lleva a buscar un goce.

El estado de goce, ese estado de plenitud que en un momento dado nos hace sentir completos, se puedepensar como salud.
Pero si ese estado de goce permanece, llegamos a la muerte, porque no deseamos más.

Esto lo vamos a revisar en la clase que viene.
Pero en lo que hoy quiero enfatizar es en cómo se van construyendo estas identidades.

Hay un punto que tiene que ver con esto de tratar de permanecer estable en la satisfacción. Nosotros cuando experimentamos la satisfacción, cuando nos sentimos bien, cuando nos sentimos completos, tratamos de eternizar ese momento.
Tratamos de mantener estable nuestro espejo.
Cuanto más estable se mantiene nuestro espejo, más seguridad tenemos.
Y por lo tanto, nos sentimos bien.
Nos sentimos completos, no estamos ansiosos.
Es una maravilla.
Cuando tenemos hambre, comemos y quedamos satisfechos, nos sentimos fenómeno.
No queremos ni pensar en comida.
Pero después de unas horas, irrumpe lo real y nos dice que tenemos hambre de nuevo. La vida implica el movimiento.
No se puede definir la vida como algo estable, como algo estático.
La vida necesariamente implica el movimiento.
Y un movimiento que está basado en una contradicción.
Porque es contradictorio esto de estar buscando la completud y resulta que cuando la logramos empezamos a desear de nuevo.
Parecería que somos unos desconformes de miércoles.
Alguien podría preguntarse ¿por qué no nos conformamos y listo? Hay algo que en este momento se está viendo mucho en la clínica, sobre todo en algunos pacientes jóvenes o adolescentes.
Se trata de que cuestionan por qué no pueden hacer lo que se les dé la gana.
Se preguntan por qué tendrían que hacer algo que no tienen ganas de hacer.
Se preguntan qué sentido puede tener ese esfuerzo y les parece que no tiene ningún sentido. Les parece absurdo todo lo que implique postergar la satisfacción de un deseo. No encuentran el para qué de ese sacrificio.
Les parece que lo único lógico es vivir haciendo lo que se les da la gana.
Si tienen ganas de irse a la cama con una chica quieren hacerlo sin asumir ningún compromiso, dicen que no le encuentran sentido al compromiso, que les pesa el compromiso.
Y a las chicas les pasa lo mismo.
Esto no lo estoy inventando, repito las palabras de algunos pacientes.
Sienten que no hay razón para tener una pareja que en una de esas se pone a histeriquear con otra persona y uno se mortifica con los celos y todo eso, y les parece que no vale la pena. Les parece que es preferible el encuentro ocasional, pasar un buen rato con alguien, sin pensar si se van a volver a ver.
Así no tienen que preocuparse, no se enteran ni les importa si esa pareja casual histeriquea con otro. Ellos dicen todo esto pero el problema es que no lo dicen contentos, están angustiados. Intentan vivir de acuerdo con esa lógica, porque suponen que así van a disfrutar más, pero viven angustiados.

Entonces, ¿qué es lo que está pasando? Hay algo del orden del apresamiento de esa ilusión de goce perpetuo, que impide desear.
Tenemos la ilusión de que es posible no sufrir por nada, tenemos la ilusión de que es posible apresar el goce, de que es posible eternizar el goce.
Pero dijimos que la vida necesita de un movimiento pendular entre el deseo y el goce. Y cuando uno no tiene un deseo, no tiene un proyecto, ahí es donde surge la angustia. Porque la angustia surge en el momento de la nada, en el momento del sin sentido en la vida. La angustia surge en el momento en el que se presentifica el sin sentido, la angustia surge en el momento en el que se presentifica la nada. La angustia es precisamente eso, es la presentificación de la nada, es la presentificación del sin sentido.

Entonces, la cuestión es que esta identidad imaginaria la vamos construyendo como vamos construyendo las otredades, pero al revés.
Porque la vamos construyendo con todo aquello que queremos, con todo aquello que nos gusta. Y vamos tratando de construirla en función de aquellas cosas a las que nos sentimos pertenecientes. O sea, lo que sentimos como propio, digamos.
Cuando hablamos de identidad, no estamos hablando solamente de la identidad singular, de eso que es cada uno en sí.
Eso sería la identidad real, la dimensión real de la identidad.
Pero la identidad de cada uno es un conjunto de capas, como la cebolla, donde se intercalan, se alternan, se mezclan, elementos de la dimensión real, elementos de la dimensión imaginaria y elementos de la dimensión simbólica.
Yo puedo decir que soy argentino, soy porteño, vivo en Villa del parque, trabajo en la universidad, soy hincha de Boca, mi familia es italiana, etcétera, etcétera.
Esos son todos datos de pertenencia que constituyen mi identidad.
Pregunta: «¿Todo eso es la identidad real?»
Prada: La identidad real va más allá.
Todo lo que está en mi inconciente, todas las experiencias que yo viví, las recuerde o no, todo mi pasado forma parte de mi identidad.
Hay una creencia que todavía está bastante arraigada en una especie de identidad biológica, que hablaría por la voz de la sangre. Yo creo que no hay nada de eso.
En mí no queda ni una célula, ni una molécula de las que me constituían cuando nací. Con esto quiero decir que la identidad real no puede fundarse ni puede agotarse en determinada materialidad.
Pero la identidad real tampoco puede fundarse ni puede agotarse en una serie de relaciones imaginarias. Mi identidad real es el conjunto de lo que soy, el conjunto de todos mis datos identitarios de hoy, más todo mi pasado, todo lo que fui hasta llegar a este punto. Todo eso conforma mi identidad real. Todo eso conforma lo real de mi identidad.

Ahora se está confundiendo la identidad con el a.d.n. Antes era la voz de la sangre, ahora es el a.d.n. El a.d.n. es una ecuación biológica, es una estructura determinada que se mantiene constante. Las huellas digitales también son un dato identitario.

Pero yo no necesito conocer mi a.d.n. ni mis huellas digitales, para tener noción de mi identidad. No necesito esos datos para saber quién soy.
O sea, que esos son datos reales de mi identidad, pero la identidad es más que esos datos.

También podríamos decir que nuestra iden'tidad está en nuestro nombre propio.
El nombre propio es un significante que para cada uno tiene cierto privilegio con relación a los demás significantes.
Porque es una de las pocas cosas estables, es una de las pocas cosas constantes que tenemos. Es raro cambiar de nombre.
Nos pueden poner algún mote, los artistas se ponen seudónimos, pero en lo privado, en la intimidad, el nombre propio siempre está.
El nombre propio pertenece a la dimensión simbólica de nuestra identidad.
Y el privilegio que tiene con relación a los otros elementos simbólicos de esa identidad, es que se puede decir que está como visagra entre lo simbólico y lo imaginario. Porque de alguna manera, nosotros incorporamos el nombre propio a la base de nuestro espejo.

El nombre propio, nos guste o no nos guste, ya sea que lo aceptemos o que lo rechacemos, ya forma parte de nuestro espejo.
El nombre propio de alguna manera, es un punto en el cual reposa nuestro espejo.
Fíjense que yo les estaba hablando de que la identidad imaginaria está basada fundamentalmente en las satisfacciones pulsionales, en el amor, etcétera, etcétera.
Ahora estamos viendo la importancia del nombre propio.
Y todo esto tiene que ver con el sentirnos idénticos.
Tiene que ver con que yo pueda sentir que en este momento, soy uno mismo con el que fui en cualquier otro momento.
O sea, que esto de la identidad tiene que ver con sentir que somos uno mismo en todos los momentos de nuestra vida.
Recuerdan que dijimos que identidad no es lo mismo que igualdad.
En base al principio de identidad podemos decir que 5 es idéntico a 5.
Pero cuando se trata de igualdad podemos decir 3+2=5, 4+1=5, 6-3=5, 13-8=5, etcétera, etcétera.
Con la igualdad se puede hacer un número infinito de operaciones.
¿Por qué se puede hacer un número infinito de operaciones? Porque fíjense lo paradógico y lo interesante de esto, la igualdad necesita de la diferencia.
Si yo puedo hablar de igualdad con relación a dos números diferentes es porque reconozco la diferencia entre esos dos números.
Si no reconociera la diferencia no podría decir que 8-3=5.
Es decir que la igualdad se puede establecer en tanto y en cuanto reconozcamos las diferencias.
Esto es justamente, lo que permite el movimiento.
Esto es lo que permite que en matemática se pueda realizar un número infinito de operaciones.
Es el infinito número de operaciones que se pueden realizar desde el punto de vista de lo simbólico.
Podemos decir lo mismo de un punto del pizarrón, por ejemplo.
Un punto del pizarrón sólo es idéntico a sí mismo, pero es igual a todos los demás puntos del pizarrón. Podemos establecer esa igualdad en tanto y en cuanto nos damos cuenta de que para cada punto hay distancias diferentes con respecto a los límites de ese plano que es el pizarrón. O sea, que hay una diferencia de posición entre ese punto y todos los demás puntos del pizarrón.
Por eso cada punto sólo es idéntico a sí mismo, porque ningún otro punto puede ocupar la misma posición. Entonces, podemos decir que todos los puntos del pizarrón son iguales porque sabemos que en lo único que se diferencian es en la distancia que los separa de los límites del pizarrón.
Distancia que es diferente para cada uno de esos puntos.
O sea, que para reconocer la igualdad primero hay que conocer la diferencia.
Es decir que la igualdad supone la diferencia.
La igualdad se basa en la diferencia.
Uno de los derechos que proclama la revolución francesa, es el derecho a la igualdad. Y yo les decía que hay quienes se ríen de eso porque creen que como todos somos distintos, no puede haber igualdad.

Lo que pasa es que confunden igualdad con identidad.
Lo que no se puede pretender es que un ser humano sea idéntico a otro.
Porque eso supondría que no haya ninguna diferencia entre el otro y yo.
Y esto equivaldría a anular a uno de los dos como ser humano.
Porque el ser humano justamente, se caracteriza por ser singular.
Y no puede evitar ser singular.
No es que se lo tenga que proponer.
Como les pasa a muchos que se preocupan por tratar de ser originales.
No saben que no pueden no ser originales.
El destino del ser humano es ser original, ser singular.
Aunque se perfeccionara la técnica de la clonación hasta el punto de poder conseguir cuerpos idénticos, organismos biológicos idénticos, nunca podráhaber seres humanos idénticos. Dos bebés orgánicamente, biológicamente, físicamente idénticos, se van a desarrollar como seres humanos diferentes.
Porque es imposible que vivan experiencias idénticas.
De la misma manera que es imposible que dos puntos del pizarrón ocupen la misma posición, nunca un ser humano puede ocupar el lugar de otro ser humano.
Tampoco existe la posibilidad de hacer eso que propone la psicología comprensivista, cuando dice que hay que ponerse en el lugar del otro.
Esta concepción que les propongo pensar acerca de cómo se constituye el sujeto, muestra que ponerse en el lugar del otro, es absolutamente imposible.
Y lo peor, es que si nosotros tenemos la ilusión de que nos estamos poniendo en el lugar del otro, nos vamos a creer que sentimos lo mismo que el otro y que le podemos decir lo que tiene que hacer para zafar de la angustia.
Cualquier cosa que pensemos nos va a parecer una buena receta para curar al angustiado. Yo pienso en un lindo paisaje y me siento bien, porque yo no estoy angustiado. El que está angustiado es el otro.
Pero si creo que me pude poner en el lugar del otro, voy a creer que me siento bien porque estoy pensando en un lindo paisaje.
El problema de esto es que la idea de comprender al otro poniéndose en su lugar, no hace ni más ni menos que opturar la posibilidad de escuchar al otro como un diferente. Y en definitiva lo que el otro necesita es que lo podamos escuchar.
El otro no necesita un clon que le muestre cómo salir.
Lo que el otro necesita es quelo escuchemos.
Pero que lo escuchemos como alguien diferente.
Este es el tipo de desarrollos que hace Jorge Bucay.
Propone modelos de conducta a seguir para ser exitosos y felices.
Yo cuestiono la base teórica de este planteo, pero no niego que alguien pueda identificarse con ese modelo y sentirlo como un estímulo, como un apoyo.
Pero digamos que eso no es un proceso terapéutico.
Ese rol de modelo de identificación, lo puede desempeñar también una estrella de la televisión o una estrella del deporte.
Yo voy a tomar como modelo a un buen psicoanalista.
Y alguien que sueñe con ser un gran bailarín, tal vez tome como modelo a Maximiliano Guerra o a Julio Boca.
Son esos ídolos, esos ideales con los que nos identificamos, o sea que se enganchan con nuestra identidad. Y que a veces nos alientan a seguir, nos sirven como insentivo para salir adelante. Y otras veces nos apabullan mostrando lo sencillo que es triunfar, cuando nosotros ni siquiera tenemos fuerza para intentarlo. O lo intentamos y fracasamos, porque nos identificamos pero no somos idénticos, no tenemos las cualidades de nuestro héroe.

Aclaro que el modelo de identificación no necesita ser un famoso.
Puede ser el papá, el hermano, el primo o el vecino.
Pero casi siempre tenemos modelos de identificación que cumplen una función relevante en la conformación de la identidad.
Y cuando faltan, como suele pasar en el caso de los discapacitados, es una dificultad importante.
Hasta acá hablamos de cómo vamos conformando nuestra identidad con todo aquello que queremos, con todo aquello que nos gusta.
Esto se refiere a nuestras identificaciones basadas en el amor, basadas en la búsqueda del encuentro con el otro.
Pero aquello que nos disgusta, aquello que rechazamos, aquello que vamos construyendo como otredad, también conforma nuestra identidad.
Lacan dice que nosotros estamos constituuidos por tres pasiones.
Tres pasiones básicasque después van tomando formas distintas.
Ya vimos que el amor puede tomar distintas formas, pero siempre es amor.
Y lo mismo pasa con las otras pasiones.
Las tres pasiones son el amor, el odio y la ignorancia.
Del amor ya estuvimos hablando.
El odio tiene que ver con todo aquello que desechamos de nuestro espejo, con todo aquello con lo que no podemos identificarnos, con todo aquello que tiene que quedar afuera.

Y la ignorancia tiene que ver con el hecho de que nosotros no sabemos qué es lo que puede satisfacer nuestras pulsiones.
No sabemos, no tenemos precisión acerca de cuál es el objeto que perseguimos cuando estamos tratando de lograr ese encuentro fundante.
Es decir, que nosotros no sabemos cuáles son los objetos que tienen que satisfacer nuestras pulsiones.
Cualquier animal sabe que es lo que busca cuando busca por ejemplo, una pareja. nosotros no lo tenemos tan claro. En cualquier elección nos cuesta decidir, siempre tenemos dudas. Porque nosotros no tenemos instintos.
Entonces, decíamos que las tres pasiones son el amor, el odio y la ignorancia.
Según cómo se dé el juego de estas tres pasiones es cómo se va a desarrollar nuestra vida y cómo se va a ir constituyendo nuestra identidad imaginaria.

Ahora bien, lo que posibilita estos movimientos es el hecho de que todos los seres humanos somos iguales. Y acá vamos a tratar de precisar la distinción entre igualdad e identidad.
No hay ningún ser humano idéntico a otro, cada ser humano es único, pero todos los seres humanos somos iguales. Y si podemos operar junto con los otros para crear cosas que logren satisfacer nuestras pulsiones, es gracias a que reconocemos la diferencia con el otro. Y gracias a que sentimos al otro como un igual con quien podemos trabajar y construir.
El derecho a la igualdad que proclama la revolución francesa, no se refiere a que todos tengan que ganar el mismo sueldo ni a que todos tengan que vivir en una casa idéntica. Todos no necesitan la misma casa, ni a todos les gusta la misma casa.
Una persona sola no necesita la misma casa que una familia numerosa.
Y hay quien sueña con vivir en un palacio, como hay quien sueña con un ranchito en el campo. Conozco gente que prefiere vivir en hotel.
Mi suegro soñaba con vivir en un velero.
El derecho a la igualdad no está para que todos tengan una casa idéntica, sino para garantizar que la sociedad no genere exclusión y desamparo.
El derecho a la igualdad se refiere a la igualdad de oportunidades para que cada uno desarrolle sus potencialidades.
Igualdad de oportunidades para que todos, desde el que tiene un coeficiente intelectual altísimo hasta el que tiene un coeficiente intelectual bajísimo, puedan desarrollar sus potencialidades, puedan poner en juego su creatividad.
Este derecho a la igualdad está basado fundamentalmente, en el reconocimiento de las diferencias entre los seres humanos.
Dijimos que una de las pasiones es la ignorancia.
Y justamente, esa ignorancia, ese no saber, es lo que nos obliga a crear.
Entonces, en este punto es donde me parece que podemos retornar a esa ecuación freudiana de la que ya les hablé.
Esa ecuación que según Freud está en la base de la cultura y que establece una relación de equivalencia entre las heces, el falo, el dinero y el niño.
Podemos decir que heces, falo y dinero, tienen que ver fundamentalmente, con lo instituido.
Las heces son la metáfora de aquello a lo que renunciamos para poder ser reconocidos por los otros.
Y esto tiene que ver con aquello que les conté de los pacientes que se cuestionan el por qué tendrían que renunciar a algo,el por qué tendrían que postergar la realización de un deseo.
Es porque sin esa postergación del deseo no existe la posibilidad de lograr el reconocimiento de los otros.
Sin esa postergación del deseo no existe la posibilidad de conformar una cultura.
Ese renunciamiento se basa en la búsqueda de satisfacciones pulsionales.
La búsqueda de esas satisfacciones pulsionales está relacionada fundamentalmente, con el significante fálico.
O sea, con ese falo que es el símbolo del poder de lograr el goce.
El falo es el símbolo de la tendencia a lograr el goce y de la posibilidad de lograr el goce.
Podemos decir que el falo tiene que ver con la forma en que se administra el goce, tiene que ver con el poder.
Desde un punto de vista sociológico tiene que ver con la distribución del poder.
El que puede goza, digamos.
Si yo digo que tengo un coche, si yo digo que tengo una casa, ¿qué quiero decir? Quiero decir que yo puedo disfrutar, que yo puedo gozar de ese coche y de esa casa, porque ese coche y esa casa son míos.
Quiero decir que ese coche y esa casa mepertenecen, por lo tanto, yo tengo poder sobre ese coche y sobre esa casa.
La metáfora de ese poder es el falo.
A nivel social ese poder se logra gracias a que existe el intercambio.
Y ahí es donde juega el tema del dinero.
Pero lo que está íntimamente vinculado con nuestra identidad es el niño, que dijimos que es la metáfora de lo instituyente.
Lo instituyente es aquello que de alguna manera, pone en jaque lo instituido, ya sea en función de modificarlo parcialmente, ya sea en función de instituir algo totalmente distinto. Que eso es lo que pasa a nivel social cuando se produce una revolución, como por ejemplo, la revolución francesa o la revolución volchevique.
A nivel de la singularidad, es lo que ocurre cuando se toma una decisión o se realiza algo que implica una transformación en la vida del sujeto.
Por ejemplo, casarse, o recibirse de psicólogo.
Son momentos en los que se producen revoluciones en nuestra subjetividad.
Porque a partir de ahí, ya somos otro sujeto.
Pese a que nosotros mientras cursamos la carrera sentimos que vamos incorporando la profesión a nuestra identidad, lo cierto es que el momento simbólico es cuando nos recibimos, cuando nos entregan el diploma.
Y ahí hay una ruptura, ya no somos estudiantes de psicología.
Y lo mismo pasa con el casamiento.
Una vezque nos casamos, podremos separarnos, podremos hacer muchas cosas, pero nunca vamos a volver a ser solteros.
Pregunta: «¿Te referís a los ritos del pasaje?»
Prada: Claro. El equivalente de esto a niver social son las revoluciones como por ejemplo, la revolución francesa.
Una revolución no se da de un momento para el otro, así como no nos hacemos psicólogos de la noche a la mañana.
La revolución francesa tuvo su culminación en 1789.
Pero yo considero que fue un proceso que se vino dando ya desde el 1200, desde la época de las cruzadas. La circulación de mercancías se fue haciendo más fluida, más voluminosa, se fue incrementando la acumulación de capitales, proliferaron los banqueros, surgió la industria manufacturera, etcétera, etcétera.
No es que un día se dijo hoy es la revolución y a partir de mañana pasamos a otra cosa.Esos pasajes involucran mucho sacricicio, mucho movimiento, mucho proceso social que no es lineal.
Entonces, les decía que nuestra identidad singular va a estar marcada de un modo fundamental por lo instituyente.
La forma en la que cada uno produce sus instituyentes se relaciona con lo más singular de su identidad.
Realizar un cambio trascendente en nuestra vida es producir un movimiento instituyente. decisiones como la de avocarse a una profesión, la de casarse, la de tenerhijos, producen cambios instituyentes en la vida de un sujeto.
Y en estos movimientos instituyentes es donde se puede decir que se manifiesta más claramente nuestra singularidad.
Son esos momentos en los que un sujeto sorprende a su entorno con una decisión que nadie esperaba. Está por recibirse de contador, y de golpe, siente que lo suyo es la música, planta la facultad y se mete en el conservatorio.
Cuando alguien se convierte de una religión a otra, está haciendo un movimiento instituyente que produce una ruptura con la identidad imaginaria que tenía constituida. En el caso de la religión es una ruptura excluyente.
Porque no se pueden tener dos religiones a la vez.
Hay otros movimientos instituyentes que no implican rupturas tan drásticas.
En el caso de la profesión, por ejemplo, se puede llegar a ser músico y contador.
De todos modos hay una ruptura, porque no es igual dedicarse de lleno a una profesión, que repartirse entre dos profesiones totalmente distintas.
Lo que trato de decir es que esas capas que constituyen nuestra identidad, algunas son más compatibles, otras son más distantes, son de alguna manera antinómicas.
Por lo tanto los movimientos instituyentes pueden producir fracturas muy profundas, muy dolorosas en algunos casos.
Mientras que en otros casos nos afectan de un modo más leve, más superficial.
Pero es el conjunto de los movimientos instituyentes, el que nos da la singularidad.
Y fíjense que esto tiene que ver con a qué cosas le damos un valor prioritario.
El doctor Arnaldo Raskosky fue un pssicoanalista, muy mediático en su tiempo, que tenía la teoría de que todos los seres humanos somos filicidas.
Filicida es aquel que mata a su propio hijo.
Entonces, ¿por qué Raskosky dice que todos somos filicidas? Porque tratamos de educar a nuestros hijos.Serrat dice: «A los que por su bien hay que domesticar.
» Ponemos énfasis en que nuestros hijos sean como queremos que sean.
Y como creemos que deben ser para adecuarse a las pautas instituidas por la cultura.

Lo que dice Raskosky es que ese énfasis con el que tratamos de imponer lo instituido, mata la singularidad del sujeto naciente.
Y en ese sentido, seríamos filicidas.
Raskosky denuncia el autoritarismo y la violencia que se ejerce sobre los niños so pretexto de amoldarlos a lo instituido.
Y en el afán de terminar con ese horror, se ubica en las antípodas de aquello de la letra con sangre entra.
Y propugna una libertad, un dejar hacer, que son rayanos en el abandono.
Es inevitable que se trate de sostener lo instituido, que se transmita a los hijos y que en alguna medida, ellos lo acepten.
Pero no necesariamente tenemos que ser filicidas.
Está la posibilidad de pensar que no sólo existe lo instituido, sino que también existe lo instituyente.
Y que ese instituyente es susceptible de ser escuchado si tenemos la posibilidad y si nos proponemos escucharlo.
si no intentamos ponernos en el lugar del otro, para decirle al otro qué es lo que está deseando. Si tratamos de escuchar al otro.
El instituyente puede ser escuchado si tratamos de reconocer la diferencia justamente, para entender que ese otro bebé, que nuestro bebé, tiene el mismo derecho a expresarse que tenemos nosotros.
Cada uno se va a expresar con los recursos que tiene.
Y el que tiene más recursos para expresarse, debe tratar de prestar atención para ver qué es lo que está queriendo expresar el que tiene menos recursos.
No hay que pensar que sólo tenemos la obligación de lograr que el bebé obedezca nuestra demanda. Aún proponiéndonos escucharlo, podemos equivocarnos.
Y el bebé va a tener que bancarse nuestras equivocaciones porque no hay otro remedio. Pero tenemos que saber que el bebé puede no obedecer nuestra demanda. Lo que no quiere decir que no tengamos que demandarle nada.
Que este es otro problema actual de la educación que nos suelen consultar a los psicólogos.

Queremos que nuestro hijo sea libre y no le demandamos nada, lo dejamos que haga lo que quiera. Y esta ausencia de una demanda, esta ausencia de un deseo de que el hijo sea de tal o de cual manera, parece ser la responsable de una patología.
Una patología que no creo que sea nueva, pero en los últimos tiempos, se está dando un aumento significativo en la cantidad de casos que se presentan.
Es una patología que no se puede encuadrar en las neurosis ni en las psicosis.
Porque su sintomatología no se corresponde con la de ninguna de estas dos estructuras. Son pacientes que no actúan movidos por el deseo.
Hacen las cosas de un modo automático, digamos, como autómatas.
No pueden desear porque no sienten ninguna demanda por parte de su grupo primario de pertenencia, digamos, por parte de su medio afectivo.
O sea, esto en cierta forma está indicando que si bien tenemos que escuchar a ese otro que es nuestro hijo, eso no quiere decir que no tengamos que demandarle, desde nuestro amor, que sea de una manera determinada.
Que le demandemos algo no significa que no lo escuchemos.
Demandarle significa manifestarle a ese hijo que él es el fruto de nuestros sueños, que lo amamos, y porque lo amamos, queremos, nos gustaría, que sea así o asá.
Y a partir de ahí, escucharlo, estar atentos a su reacción, permitir que se manifieste y tener en cuenta lo que pueda manifestar.
Todo eso está bien.
Pero no decirle que soñamos algo con relación a su futuro, es dejarlo sin la base de nuestra demanda. Cuando precisamente, la base de nuestra demanda es aquello que va a conducir el deseo d ese hijo que nace de nosotros.

Habrán notado que siempre volvemos al grupo primario de pertenencia, siempre volvemos al encuentro fundante del que tanto venimos hablando.
En este caso hay que agregar que la base de la interacción de todas estas identidades está en ese encuentro fundante.
Ese encuentro fundante al que en cierto modo podemos denominar como la función de lo sagrado. Ese encuentro fundante, ese encuentro de amor, es el que nos convoca a vivir y a gozar. Alguien que no experimentó ese encuentro fundante, nunca puede buscar el goce, porque no tiene ninguna experiencia que quiera reeditar. Por lo tanto no puede constituirse como sujeto deseante.

Lacan en algún momento tematizó como el súper yo materno a ese amor que nos convoca a gozar, a ese amor que nos provoca el deseo del goce.
Este súper yo materno sería el opuesto o el complenento del súper yo paterno que es la ley del no todo.
El súper yo materno representa el mandato de gozar y el súper yo paterno nos dice que no podemos gozar de todo, nos dice que hay cosas de las que no podemos gozar.

Este mandato de gozar, a mi modo de ver, es lo que se ha tematizado como el instinto de vida.

Pero yo creo que hay que revisar estos conceptos de instinto de muerte y de instinto de vida.
Porque todo lo que se refiere a instintos tiene evocaciones biológicas muy fuertes.
Y la biología no ayuda sino que crea obstáculos cuando se trata de comprender estas cuestiones humanas.

El instinto de muerte estaría ligado a todo aquello que conforma lo instituido.
¿Por qué? Porque lo instituido, dijimos que siempre tiene que ver con una repetición, con una rutina que a su vez, está ligada con alguna satisfacción pulsional.
Porque esas repeticiones, esas rutinas de lo instituido, nos dan una ilusión de seguridad, nos dan una ilusión de certeza que se constituyen en un goce.
Y dijimos que Nosotros tendemos a eternizar el momento de la satisfacción.
Pero si pudiéramos permanecer en el goce, no desearíamos más y nos moriríamos.
Porque recuerden que nuestra vida se desarrolla en un movimiento pendular entre el deseo y el goce.

Fíjense que el origen de toda rutina está ligado a un goce que se intenta perpetuar por la ilusión de certeza que produce.
Eso es lo instituido.
Nosotros queremos incorporar conocimiento para satisfacer la oralidad, y lo tratamos de hacer mediante un instituido que se llama universidad.
Necesitamos que haya estabilidad, necesitamos que haya rutinas para tener la certeza de que vamos a poder cursar en los lugares y en los horarios que elegimos.
Si en algún momento se interrumpe la estabilidad o se alteran las rutinas, sentimos que se fracciona nuestro espejo.
Y la primera reacción que tenemos es tratar de ver cómo se puede evitar ese fraccionamiento, porque queremos sostener nuestro espejo.
E Este querer sostener siempre el mismo espejo y tratar de permanecer en el goce, es lo que está ligado a la muerte.
Porque si lo lográramos, ya no desearíamos más.
Y el momento en el que dejamos de desear, es la muerte.

El goce total, el goce absoluto, implica la ausencia de toda falta, la ausencia de toda insuficiencia, la ausencia de todo sufrimiento.
Entonces, lo instituyente sería lo que está ligado al deseo, lo que está ligado al instinto de vida.
Y nosotros vamos a decir que la interacción entre las tres dimensiones de la identidad, real, imaginaria y simbólica, se manifiesta fundamentalmente, en lo instituyente. En todo movimiento instituyente se juegan estas tres dimensiones de cada identidad singular.
Esto de lo instituido y lo instituyente, son conceptos que nos aporta la sociología.
Es en lo instituyente donde se puede entender la dinámica social, donde se puede entender que haya transformaciones sociales.
Es en lo instituyente donde podemos ver las peculiaridades de la dinámica de cada sociedad.

A nivel del sujeto, a nivel de la singularidad, podemos decir que la verdad de ese sujeto y la singularidad de ese sujeto, van a tener su raíz en la expresión de su deseo.
En la singularidad, lo instituyente se manifiesta en el deseo del sujeto.

PROFESOR CARLOS ALBERTO PRADA

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